lunes, 24 de abril de 2017

DESDE COMODORO RIVADAVIA: TEMPORAL Y DESASTRE

El día 29 de marzo del 2017, en la ciudad de Comodoro Rivadavia, Chubut, comenzó una intensa jornada de lluvias, la cual se extendería durante dos semanas, provocando el colapso de la ciudad. En tan solo treinta minutos, cuando se intensificó la lluvia, la ciudad estuvo totalmente inundada, con cloacas y desagües desbordados y cortes de luz y agua, cuestión agravada con el correr de los días. Esto generó la suspensión de las actividades laborales y, alrededor de las seis de la tarde, se cortaron los accesos principales que unen el centro de la ciudad con los barrios de zona norte por el peligro de derrumbe del cerro Chenque. Lo cierto es que no es la primera vez que en Comodoro se viven tormentas tan fuertes, ya años anteriores diluvios se habían llevado vidas y hogares y dejaban a la gente en la miseria.

Para el 7 de abril la lluvia seguía azotando, con el condimento de los fuertes vientos característicos de la ciudad, situación que empeoró todo el panorama: la mayoría de los acueductos que alimentan los barrios se rompieron o desplazaron?, dejando sin agua para uso diario, provocando además su contaminación por la filtración de agua sucia e incluso de aguas cloacales. La electricidad comenzó a funcionar con intermitencias (y en algunos barrios nunca volvió), y se aumentaron los riesgos de electrificación en la vía pública. En sectores bajos, rodeados de cerros, el agua y los aludes generaron zanjones de varios metros de anchura y profundidad, y en la costa el agua arrastró casas y vehículos al mar. Hay barrios de zona sur en los que solo se puede llegar con canoa o maquinaria pesada y camiones. Se calcula que el 80% de la ciudad está colapsada y dañada, con más de dos mil evacuados y seis mil autoevacuados. Las rutas norte y sur, con salida a Trelew y Rawson y Caleta Olivia respectivamente, se encuentran inhabilitadas y cerradas, y los vuelos suspendidos.

Situaciones similares se viven en otras provincias como San Juan, Córdoba y zona norte de Santa Cruz, con viviendas totalmente destruidas, evacuados y desaparecidos. El problema no es la naturaleza, esta sigue su dinámica de acuerdo a los ambientes. El problema es que las ciudades no están diseñadas para sobrellevar los problemas naturales, sino que se articulan a la necesidad de que circule gente para producir y consumir la mierda de mercancías. Por supuesto los más humildes, los barrios marginados, se llevan la peor parte, porque suelen ser los terrenos inundables o ubicados en zonas bajas o peligrosas, las que se destinan para viviendas de “bajo costo”. Año tras año se prometen obras para paliar estas situaciones y, sin embargo, cada nuevo desastre nos golpea con más fuerza y desborda toda posibilidad de asistir a los afectados.

Frente a este contexto, donde las condiciones diarias de necesidades se llevan hasta los límites extremos, donde cualquier situación podría ser excusa de egoísmo, de acaparamiento de alimentos, agua y todas aquellos elementos vitales, en Comodoro Rivadavia se produce y generaliza una organización social basada en el apoyo mutuo y la solidaridad. Si bien hay situaciones propias de la ciudad capitalista que salen a flote, de gente que se aprovecha de otros, estas se vuelven situaciones aisladas y repudiables porque la necesidad del conjunto es protegerse y ayudar. La solidaridad no se hace desde el punto de vista de «te doy “cosas”», sino que se traduce en acciones. Muchas personas, al tener vehículos 4x4 o camiones, se ofrecieron voluntariamente a la repartición por el territorio, llegando algunos a viajar 20 km de un barrio a otro para acercar agua, abrigo o alimentos. Otros brindaron sus casas para albergar a quienes perdieron todo, se ofrecieron para cocinar en los centros de evacuados y atender a la gente. El medio de comunicación que hizo de puente para cooperar con la difusión de información fue la radio, dando la oportunidad a la gente para que llame y avise sobre su situación, sirviendo de medio de organización y de nexo entre las partes (quienes ayudan y quienes la necesitan).

El afecto hacia el “desconocido”, cuestión lapidada por la sociedad capitalista, salió como un instinto natural, borrando fronteras barriales, futboleras, racistas, xenofóbicas, etc., viendo el dolor del otro como propio, no porque le puede pasar a los suyos (familiares, amigos, etc.) sino porque lo ve como a un par.

Si bien es muy probable que una vez estabilizada la rutina, en la que la gente vuelve a explotarse para sobrevivir, aislándose y recobrando la interminable tarea de levantarse a trabajar y volver a dormir, esta solidaridad se vea tapada. Pero la experiencia nos grita al oído y nos muestra en la cara que somos capaces de organizarnos para salir adelante. No es casualidad que con la destrucción casi completa de la ciudad haya muerto solo una persona. No necesitamos de un Estado, un gobierno, para sobrevivir. No necesitamos ni de sus leyes ni de sus restricciones para saber cómo comportarnos, si somos capaces de sostenernos cuando peor nos trata la vida, somos capaces de extenderlo y ampliarlo cuando la situación mejore.

Hoy rescatamos la solidaridad y el apoyo mutuo, alentamos el saqueo y la comunización de los bienes materiales, ya sean alimentos o camiones de empresas, máquinas y todo aquello que necesitamos para paliar el desastre que ha quedado, porque solo así podremos salir adelante.

¡Viva la comunidad humana!

No hay comentarios:

Publicar un comentario