martes, 10 de junio de 2014

MEMORIA: «¡MALDITO FOO-BALL!»

De Nuestra Tribuna. Quincenario femenino de ideas, artes, crítica y literatura. Necochea, 1° de Septiembre de 1923, año 2, n° 24.
Mientras algunos populistas se regocijaban fundando clubes o vanagloriándose por ello, unas lúcidas compañeras escribían artículos como este.

Diariamente susurran en mis oídos las conversaciones de entusiasmo que salen de labios obreros de este país: el foot–ball es el plato del día tanto en el palacio burgués como en el desolado hogar. 

¡Foot–ball! ¿Cuándo dejarás de nublar la conciencia del obrero? Nunca. Porque el burgués te adula y te ensalza, porque a él, más que a nadie, le haces tanta falta; eres el traspié para mis pobres compañeros de cadenas, eres la valla que defiende a mis enemigos: el capital, el clero y el Estado.

Por ti ¡maldito foot–ball! no ve esa legión de muchachos obreros que es necesario emanciparse para llegar al fin a nuestro ideal.

Por ti, sí, ¡maldito juego! inventado por la aristocracia como «ejercicio para nuestros músculos» porque bien sabe ella que ahí te detendrás débil e inconciente, obrero. Y en vez de tomar un libro que te instruya y a la vez a tus hermanos y a tus hijos, te vas a la cancha, y allí pateas como un burro, allí te rompes la ropa, te estropeas y estropeas a tus compañeros, y vuelves a tu hogar donde ya vuestra madre, esposas y hermanas —eternas esclavas de los tiempos que vivimos— te esperan con la escasa cena que es la característica en los hogares proletarios, pues vuestro salario es reducido siempre, pues los patrones no lo aumentan nunca, por que si lo hicieran tal vez se priven de las «figuraciones sociales», y tienen que hacer donaciones a costillas nuestras: donar una copa a tal o a cual club de foot–ball para entusiasmar a la muchachada que allí se entrega, en vez de concurrir a una biblioteca a instruirse para vivir mejor.

Los veo salir del taller o de la fábrica    —cuando no de la iglesia— ir jadeantes a la cancha a ensayarse pateando para ganar la copa, donada por tal o cual señor.

¿Cuándo, obrero, esperanzado como los de todo el mundo, entederás que la copa que «generosamente» os regalan los pillos burgueses y mandones no es más que una celada que os arrojan ellos para desviaros del camino que como oprimidos pudisteis emprender?

¿Porqué no meditas y piensas lo siguiente? Ya que son tan generosos, en vez de copas, que tarde o temprano les quedarán para ellos ¿porqué esos generosos no os regalan lotes de libros donde pudierais aprender un medio mejor de vida, ya que vuestras escasas circunstancias no permitieron que vayas a una escuela?

Piensa, muchacho.

Roberta Reyna Roldán

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