viernes, 26 de abril de 2013

8 HORAS

Los «mártires» de Chicago no murieron simplemente por las 8 horas. Cuando se referían a ocho horas de trabajo, ocho horas de sueño y ocho de recreación no se referían a sentarse frente al televisor, la computadora, ir a pasear al supermercado, drogarse o ir a la cancha. Esas ocho horas eran necesarias para la agitación proletaria, para la instrucción revolucionaria, para crear lazos de afinidad y socializar con sus pares.
Hoy el llamado tiempo libre, es justamente libre de todo aquello. Cuando no es un ocio consumista y alienado, es un modo de descansar del fatídico trabajo o de reponerse para volver a él. Y cuando se está desocupado, se tiene todo ese tiempo libre para venderse «libremente», la diferencia es que nadie paga esa agobiante búsqueda de comprador de nuestra fuerza de trabajo.
Nos cuesta oponer trabajo a ocio ya que los sentimos complementarios. A esta separación deberíamos oponer una actividad vital de realización de nuestra humanidad fuera y contra el sistema capitalista, plena en la revolución social y saboreada en la lucha por ella.

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